“Mi Ramón bello, ¿cómo estás?”. Así decía el mensaje de texto que sacó a Ramón de su letargo mientras esperaba a Francisco en la sala de su casa. Había ido a buscarlo, pero aún no llegaba. Lo esperaba somnoliento en el sofá.
Este era el último de una retahíla de mensajes inapropiados entre él y Natalia. Y cualquiera diría “inapropiado” porque ella es la hermana menor de Francisco. De Francisco. De su mejor amigo de la niñez. De ese que cuando jugaban carritos, estaba al lado una bebé gateando: Natalia. Ahora es una chica de 15 años, de sensualidad incipiente, escribiéndole “mi Ramón bello”. En realidad el intercambio de mensajes empezó sin ningún tipo de interés. Ella necesitaba ayuda con una tarea de matemáticas y Francisco -que de números sabe lo que ella sabía de lo que estaba a punto de aprender- le dio el número de Ramón, estudiante del noveno semestre de ingeniería civil, orgullo de la familia. Aunque eso no viene al caso. Vayamos al caso. Ramón sencillamente vio el mensaje y le llamó la atención que le dijera “bello”, y mientras veía la vasta pulcritud de la casa de su amigo, volvió a vibrar el celular:
- Hoy amanecí pensando en ti- agregó Natalia al primer mensaje.
“Vaya, esta no me la esperaba”, murmuró Ramón. Innecesariamente, porque estaba solo en esa gran casa. Cuando llegó le abrió la mamá de Francisco, luego lo dejó ahí y salió.
- ¿Sí Nati?, ¿y qué estás pensando? – tecleó rápidamente Ramón.
- En lo que me dijiste anoche, me causó muchísima curiosidad.
- Anoche te dije muchas cosas, ¿qué te causó curiosidad?
Ramón sí sabía “qué” cosa, pero quería hacer la conversación más explícita. En realidad él no tenía ninguna intención con la hermanita de su amigo. Solo era un momento apropiado –aburrido- para tener una conversación de ese tipo.
- Lo del calorcito que sientes cuando te excitas – escribió Natalia a la par que se mordía el labio inferior.
- ¿Y? ¿lo estás sintiendo ahorita? – respondió osadamente Ramón.
Las dos manos que sostenían el celular de Natalia temblaron a la par de ese mensaje y la impresión hizo que se mordiera el labio más fuerte. Sintió un poco de dolor. Se incorporó rápidamente y respondió. “Sí”. Sintió que se ruborizaba y que el calor dentro de su pecho empezaba a bajar a sus entrañas.
- Pero cuéntame mejor, ¿qué estás sintiendo? – la incitaba Ramón.
Para describir lo que Natalia estaba sintiendo se puso la mano en el pecho. Su mano fría –de los nervios- la causó una curiosa sensación sobre su piel. Seguía escribiendo, a medida que su mano se adentraba en su propio pijama y sentía sus pezones ligeramente erectos. El tacto frío de su mano solo los paró más. El calor que sentía en su estómago bajó hasta su entrepierna y subió hasta su cabeza. Ya no había ni un centímetro de su cuerpo que no estuviera estremecido. La coordinación entre sus manos era perfecta: mientras una tecleaba lo que iba sintiendo, la otra recorría su piel. Dibujaba los mensajes de texto. A Ramón lo sorprendió una paulatina erección, pero no podía hacer nada: no sabía cuándo llegaría Francisco.
Su entrepierna era la zona más caliente de su cuerpo. Su mano, la más fría. Cuando ambas partes se encontraron, Natalia sintió un fuerte apretón en la boca de su estómago. Empezó a sudar, poco a poco. Notó que estaba muy húmeda, tanto que bañó hasta sus muslos. Soltó el celular un momento y decidió quitarse el hilo mínimo que tenía. Su mano empezó a pasearse por los húmedos labios mientras tímidos gemidos se escapaban entre sus labios. Su dedo índice rozó su clítoris, pero eso no duró mucho. Estaba tan mojada que su mano siguió bajando y casi como por inercia dos de sus dedos la penetraron. Natalia empezó a sentir cada vez más calor, sentía que le costaba respirar. A su mano izquierda le costaba seguir escribiendo, pero lo hacía. Ramón simplemente estaba anonadado. “Esto no me lo esperaba, para nada”.
El nivel de humedad que bañaba a Natalia era tal, que a pesar de su virginidad quinceañera no sintió dolor alguno. Al contrario, el calor, la velocidad, el sudor y sus gemidos iban en aumento a medida que se penetraba con más velocidad. De vez en vez tenía que respirar muy profundo y exhalar con fuerza porque le costaba respirar. Estaba muy excitada. Ramón veía la pantalla del celular como si estuviera viendo la escena en vivo y directo. No podía creerlo. Sus manos estaban heladas y sus ojos abiertos, casi sin parpadear. Ya la erección era evidente y hasta salivaba un poco más de lo normal. “Y ahora llega Francisco y cómo disimulo esta vaina”. Millones de pensamientos recorrían la mente de Ramón, que había puesto a Natalia, a nada más y nada menos que a Natalia, a masturbarse. A la hermanita, a la bebé, a “Nati”. Y entonces un profundo gemido irrumpió el silencio de la casa
- Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm…
“Mierda, mierda, Natalia está aquí, mierda, mierda, mierda”, fue lo único que pudo pensar Ramón. Y su curiosidad pudo más que él. Sigilosamente subió hasta el pasillo de los cuartos. Así como Ramón, Natalia pensaba que estaba sola en la casa. Su puerta abierta a medio tramo le otorgó esa visión lujuriosa: el cuerpo adolescente de Natalia acostada en su cama, las piernas abiertas, unos tímidos pezones asomados entre la fina tela del pijama, sus dedos entrando y saliendo, sus ojos cerrados y un vaivén vertiginoso entre respiraciones profundas y gemidos agudos. Ramón empezó a tocar su miembro por encima del pantalón. No sabía si quedarse allí viendo o entrar y tomar parte de la acción. Natalia seguía sumergida en los sopores del placer, masturbándose con desenfreno y sintiendo un ahogo indulgente en su pecho hasta que, de golpe, llegó un orgasmo fulminante. Natalia cayó rendida en su cama, húmeda entre sus jugos y su sudor. Al fin pudo ir recobrando su aliento. Así pasaron eternos segundos. Ramón estaba extasiado viendo a Natalia, a la niña, a la quinceañera.
Ramón se quedó ahí, viendo ese cuerpo tan virginal y tan deseable. Estaba perdido en la excitación. Y de repente sonaron unas llaves abriendo la puerta principal. Ramón se apartó de la puerta de Natalia y caminó rápidamente hasta las escaleras.
- Francisco, ¡al fin llegaste! – dijo Ramón mientras bajaba las escaleras.
- Sí, fui a buscar a mi hermana. Pero cuando llegué a casa de su amiga, resulta que ella nunca salió anoche…
Me encanta la facilidad con la que escribes de sexo y cómo haces que sea sensual y erótico sin caer en vulgar.
ResponderEliminarMi única recomendación (y petición) es que no publiques en horario de oficina jajajaja porque uno lee esto estando en el trabajo y la cosa se complica jeje.
¡Que bueno que te animaste a abrir el blog! Pasaré a menudo por aquí.
jajaja...mi FEO-BELLO...Estoy tan sorprendida, no conocia esa parte tan erotica....Pero nada un beso,SE LE QUIERE.... :)...genesis
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